La familia Guardia Vaca nos cuenta su experiencia como familia anfitriona en la ciudad de Cochabamba
Desde el 2012 nuestra vida en familia ha cambiado radicalmente, no sólo por haber dejado a nuestros hijos partir lejos de su casa y comodidad, a países lejanos y desconocidos, para ellos y nosotros en ese entonces; sino porque en dos oportunidades nos convertimos en padres de jóvenes que venían a nuestra casa con el miedo, la curiosidad y las expectativas que con seguridad nuestros hijos vivieron. Sentimientos que nosotros también tuvimos al verlos llegar a nuestro hogar.
La primera experiencia, nuestra hija Alemana Salomea Meng, cumplió 16 con nosotros, tener una hija mujer fue un reto, una casa rodeada de hombres ahora tenía otro aire, otras costumbres; nos llenó de alegría, pero también nos exigió ser cuidadosos con ella, sentimos que creció con nosotros y experimentó cosas que no había vivido.
La volvimos a ver el 2016 en Alemania y aunque cambió, que es normal, sigue el lazo fuerte que nos unió desde el primer momento que la vimos.
Nuestro segundo hijo, también de Alemania, Konrad Schlaich, independiente, seguro, cariñoso, lleno de preguntas e interés por todo, disfrutó y disfruta de Bolivia, compartió pequeños y grandes acontecimientos familiares con entusiasmo y alegría, nos visitó este año, y lo sentimos igual como si nunca se hubiese ido.
Pero no sólo ellos fueron parte de la familia, sus amigos alemanes, otros jóvenes de intercambio, también llenaron nuestra casa, en jornadas largas de charlas, risas, intercambio de experiencias y mucha familiaridad, esos momentos no serán olvidados.
La mejor experiencia es poder comprobar que es posible convivir con personas de otras culturas y generar lazos de afecto tan fuertes como con la propia familia. No fue fácil, como nada en la vida, pero fue gratificante poder ampliar la familia con “hijos” extranjeros que aunque tienen otras familias serán parte de la nuestra siempre.